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¿QUÉ LE PEDIMOS A LOS REYES MAGOS? ESPECIAL NAVIDAD

  • Foto del escritor: aprendiendosinlimites
    aprendiendosinlimites
  • 17 dic 2019
  • 2 Min. de lectura

En la entrada de hoy vamos a tratar un tema que todos los padres deben ocupar en la educación, por lo que nos afecta a los docentes irremediablemente, y estamos hablando de los regalos navideños, osea los juguetes. Este tema es más importante de lo creemos porque el juego es básico para un buen desarrollo cognitivo: refuerza la autoestima y los llamados circuitos de la recompensa y el autocontrol del cerebro, o sea que elegir bien es importante. Nosotros daremos nuestro punto de vista que es el siguiente:


En general, ignoren lo que los hijos piden. Los niños piden lo que ven por la tele, o lo que piden sus amigos. Y luego no lo usan. Es como una casilla mental que deben rellenar: te han traído el juguete X? Sí? Oh! Ya eres especial. Entonces, ¿cómo elegir aquello con lo que realmente jugarán?


Primero: observen a sus hijos jugar espontáneamente, y busquen patrones. ¿Son de tipo agresivo/competitivo? ¿Exploratorio? ¿Social? ¿Narrativo? ¿Juegan con objetos? ¿De forma abstracta? Identifiquen a qué juegan de forma natural, y foméntenlo. Sería absurdo regalar una consola: no les interesa. Por eso, nos aseguraremos de tener esa área bien cubierta.


Una vez hecho eso, extiendan el área natural de juego. Piensen “si juega a esto, esta otra cosa seguramente funcione bien”. Si a mis hijos les gusta hacer cosas de manualidades, ¿les gustará un kit de química? Posiblemente.


Ahora, hagan lo contrario: ¿qué no están haciendo sus hijos, y deberían? Por ejemplo, hacen menos deporte del que deberían. Pues una canasta de baloncesto a la lista. O una bici. Estimulen su cerebro con cosas nuevas. Si su hijo es de los que usted le dice “estate quieto” y no hay manera, no le compre una consola. Apúntelo a karate. Es un favor que le hace. Una Switch o similar a la edad adecuada puede ser un muy buen regalo: jugar a videojuegos es una gimnasia mental espectacular. La resolución de problemas que plantea cualquier videojuego, y su carga narrativa, son una forma de entretenimiento brutal. Pero, como antes, piense siempre: ¿para qué hago esto? Si la respuesta es: para tener otra forma de jugar/para los días de lluvia/para que juegue conmigo o con su hermano/para que haga más amigos/por si le atrae la informática: respuesta correcta. Cómprele una consola, será genial, pero si la respuesta es: cuando le doy la consola está callado y quieto y no me da la brasa: respuesta incorrecta, su niño necesita correr y saltar y darle la brasa, no una consola. No sea vago y edúquelo. Las consolas no son un parque para el niño.


Un juego sano en la infancia es básico para el desarrollo de los niños: ensaya conductas de aprendizaje, les permite explorar el mundo y sus límites, y les dosifica neurotransmisores esenciales en la vida adulta. Todos los niños deberían jugar, y mucho.




 
 
 

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